martes, 17 de mayo de 2011

Cabeza de hormiga

Es un nombre exótico para una moto, pero era el nombre con el que popularmente se la conocía. Investigué algo sobre eso, y oficialmente, parece ser que el Sr. Simeón Rabasa, nunca le puso ese nombre, pues recuerdo que en la documentación figuraba ... "modelo: 125 Súper", pero si querías hacerte entender sobre tu moto debías dar el nombre más conocido. Solo es necesario observar la moto para darse cuenta de dicho nombre, un faro carenado con la orquilla y el manillar saliendo de él como si de dos antenas se tratara; aparte de ello, la moto era muy robusta, de plancha de hierro en todos sus elementos, con un motor de 125 cc y calculo que unos 4 o 5 caballos, y tres marchas, en llano y a tope alcanzabas unos 80 Km/h, ... y frenabas como podías, pues los tambores de freno eran bastante reducidos. Pero me gustaba, por su aspecto estilizado y retro, por ser una moto de tamaño considerable, pero sobre todo por el aspecto que le daba aquel faro enorme y su bellísimo depósito en forma de lágrima, y para mis trece años, sus posibilidades eran más que suficientes para mí.


 Pero vamos a la historia de cómo llegó a mis manos. En el verano de 1970, mis notas en el "Certificado de Estudios Primarios", con el que finalizaba la educación primaria, habían sido de lo mejor de mi colegio, (Serrano Súñer de Castellón), a mi hermano le habían comprado el verano anterior una hermosa bicicleta plegable BH por sus buenas notas, y en mi cabeza se formó la idea de que era mi momento. Sin decir nada a nadie empecé a deambular por los talleres que conocía en Segorbe, Germán y Castillo, dónde ya me conocían por mis visitas, me encantaba el ronroneo de las motos, el olor a gasolina y acariciarlas, eran entonces muy abundantes para el español de a pié; pero cuando preguntaba precios de las que tenían en venta de segunda mano, las oscilaciones entre 3.000 y 5.000 pesetas me parecían inalcanzables para la economía familiar, y astronómicas para mis ingresos fijos semanales de 25 pesetas. Un buen día, cansado de mis visitas, Paco, mecánico de Casa Castillo, marido de Julia Castillo, me preguntó:
-¿Pero tú quieres comprarte una moto? ¿tu padre lo sabe? ...
Le contesté que no, que primero debía tener algo que decirle. Sin mediar palabra me llevó con él a un enorme desguace que tenía en el huerto de atrás del taller, retiró un plástico que cubría la Derbi y me dijo que la vendía por 1.300 pesetas. Mi primera impresión fue de desconcierto, pues a la moto le faltaban muchas piezas, el carburador, el volante magnético, casi todos los cableados, la bobina de baja y la pipa de bujía, las manetas, la bombilla de faro, y además, su aspecto era descorazonador, muy oxidada y llena de desconchados. Pregunté:
-¡Pero esto es una ruina, y le faltan las piezas más importantes ...!
-Cierto, respondió Paco, ... pero aquí hay piezas de sobra para que encuentres las que faltan, y eso entra en el trato, las buscas y te las montas tú, y me comprometo a darte las indicaciones necesarias, es muy fácil.
No dijo más y subió al taller, dejándome frente a aquella reliquia de los años 50, ya anticuada en aquellos días.
 Subí y le dije con decisión:
-¿ Mil pesetas ...?
-Vale, ... pero habla con tu padre, no quiero líos.
Y salí disparado para hablar con él; le expliqué con todo detalle la operación, se quedó pensativo y me dijo:
-Esta noche te contesto, déjame pensarlo bien.
Cuando llegó la noche, mi padre me llamó aparte, se puso serio y me dijo: (nunca lo olvidaré)
- Mira Javier, yo nunca te compraré una moto, pero ésta que quieres te la comprarás tú. Mañana a las ocho comienzas a trabajar en la obra (construcción) hasta que te ganes lo que vale; ya he hablado con tu tío Luis y está de acuerdo. Y otra cosa ... tu madre no debe saberlo, oficialmente la moto me la compraré yo, aunque seas tú el que la lleve.
Y así fue como pude comprar aquella moto y fuí consciente de lo tremendamente duro que era el trabajo en la construcción, y lo que les esperaba a mis compañeros (la mayoría) de clase que no iban a continuar con el Bachillerato. Con el dinero en la cartera de mi padre comencé buscar piezas para mi Derbi en aquel desguace hortícola, en donde frecuentemente me topaba con fauna de toda especie al mover las piezas y motos, pero poco a poco iban saliendo, pues la mayoría de piezas de las motos españolas de la época tenían elementos comunes a todas ellas y eran perfectamente intercambiables, platinos, bobinas, condensador y volantes Motoplat, carburadores dell'Orto de cuba lateral y chiclé de 16 o 18, manetas de baquelita que se rompían solo con mirarlas, y en apenas dos semanas, tuve todo listo, limpio y montado para que Paco hiciera en apenas media hora la puesta a punto, de encendido y carburación. Y arrancó la Derbi, y la llevé a casa, en donde me encontré con indiferencia total por parte de mis hermanas y hermano, y donde mi padre se apresuró a desmontarla casi en su totalidad para pintarla de un bonito color negro con detalles en rojo bermellón, sabía de mecánica (era un ex-motorista) y tenía una mano para pintar excelente.
Y así fue como comencé a rodar com mi primera moto, a hacer mis pinitos en mecánica, a recorrer mi pueblo de veraneo a más velocidad de la que debía, ... y claro, a tener mi primer accidente de consideración del cual aún luzco una bonita cicatriz en mi mentón, y que me recuerda cuando me afeito como entré como un vendaval en casa de Pilar la Hebra reventando la puerta de aluminio y dejando un charco de sangre en el pasillo de su casa mientras mis amigos me llevaban  medio inconsciente a urgencias.
Con ella tuve mi primer nick motero, la "hormiga atómica", y me granjee fama de temerario y gamberro. Pero fue mi primera moto, y con ella aprendí más que con ninguna otra de las que he tenido, pues nunca se siente nada en la vida como la primera vez ...