sábado, 21 de julio de 2012

MI VIRAGO

 No puede ser biennacido, quien no es agradecido.

Me resulta muy difícil escribir sobre ella, fueron quince años de verla a diario, de vivir innumerables sueños junto a ella, de conocer personas que nunca hubiera conocido, y de abrirme caminos que han condicionado mi presente de una forma muy distinta a como hubiera sido sin tenerla como referencia de mi tiempo libre. Es curioso, pero muchas veces he pensado como ha condicionado mi vida, un hierro, una máquina, solo eso.

  Mi Virago 535 merece un recuerdo, fue mi primera moto “a estrenar”, pues la seis anteriores siempre fueron de segunda, tercera o más manos aún, pero ninguna nueva. Me ha resultado difícil por los sentimientos que despierta en mí, porque como muy bien dijo Carrizo (un forero del foro S.Riders) “en las motos viaja el cariño”, y ligadas a ella hay infinidad de vivencias que ya forman parte de mí y del archivo de mi vida como momentos espectaculares y que no sabría cómo expresar y resumir en unas líneas; he olvidado algunos de esos momentos pero todos vienen a ser igual de maravillosos, pero vamos al tema sin más preámbulos.

Desde el 1986 estaba sin moto por primera vez desde los trece años, con la llegada de mi primer hijo había pensado que las motos no eran para un padre responsable y había vendido mi MV Agusta, los primeros años fueron fáciles de llevar, solo nostalgia, pero con el tiempo se iba convirtiendo en desesperanza, me había convertido en el padre jóven que, de la mano de su hijo, gira la cabeza cada vez que pasa una de más de 125 cc., algo que no se le escapaba a mi chica. Pero llegó 1991, uno de los mejores años de mi vida, mi segundo hijo, y un cambio en mi situación profesional y la de Teresa. Vivíamos en Benicàssim, en el carrer La Pau, y todos los días cuando llegaba del trabajo tenía en mi calle, junto al Hotel Canadá (hoy desaparecido) una increíble Yamaha Virago 1100, negra y reluciente, con ribetes dorados y hermosas líneas cústom. En ocasiones súbía a casa y seguía mirándola desde el balcón, nunca ví a su dueño, no coincidimos, pero oía casi a diario su sonido grave alejándose cerca de la media noche. Llegó el verano, y con él, jóvenes “bien situados” de Castellón frecuentaban con sus motos las terrazas que rodeaban mi calle, y me fijé en la hermana “pequeña” de mi 1100, la 535, más estilizada, clásica e igual de hermosa que su hermana, y como bien suponía, más asequible para comprar. Y un buen día, mientras paseábamos junto a las terrazas de la plaza de la estación y yo miraba absorto una Virago rojo-carmín, Teresa pronunció las palabras mágicas … “Comprala, … ¿por qué no?”, era agosto, el día cinco de octubre la matriculaba y la sacaba de taller para ir a firmar el seguro y llevarla a casa, aquella tarde apenas me atreví a hacerle un par de Km’s, acostumbrado a motos con la mitad de peso y dimensiones, aquello me pareció como empezar de cero, (y lo era) me sentí torpe e inseguro, y estuve un par de semanas sacándola de noche y sin tráfico hasta que le fuí pillando el aire y me sentí más seguro.


Rodé con ella quince años, y como soy prudente e inseguro (demasiado), todo con ella fue poco a poco de menos a más, reconstruí mis viejas amistades moteras, volví a sentir el placer de la carretera y los cilindros casi en las entrañas, los viajes a las koncentras, las matinales, las escapadas solitarias a carreteras y parajes desconocidos, el frío, el calor, la angustia de los sustos y el roce con el duro asfalto, la camaradería de las rutas en grupo, el ambiente de un buen bar y una buena música con las motos en la acera, la inflé de kilómetros y nunca, pero nunca, dejó de traerme a casa, pues con ella olvidé el miedo a las averías y a quedar “tirado”, algo que creía inevitable con una moto, ella no era como las anteriores, las pocas averías eran predecibles y aquellos motores no había que desmontarlos tras cada aventura. Nunca hubiera habido una Drag 1100 sin la Virago.
Con los años no perdió ni fiabilidad ni potencia, pero a mi alrededor todo el mundo cambiaba de moto y me entró el gusanillo de rodar con una moto de más de 1.000 cc., aparecieron los Dragsters y rodando con ell@s los ojos y el alma se me iban detras de las Drag Star 1100, en el 2006 cumplí 50 años y fue como la señal de que la hora había llegado, encargué la Drag sin vender la Virago, me dolía, pero la carne es débil y “el bolsillo” más aún, había un enamorado de mi Virago que siempre que la veía en el taller preguntaba si estaba en venta, y debió estarlo mucho porque no discutió ni un céntimo del exagerado precio que le puse, y el mismo día que la llevé a taller … se la llevó, no tuve tiempo ni de despedirme ni de echarle una última mirada, pero fue honrada hasta el fin, pues dos meses después me tropecé con ella aparcada en la plaza San Agustín de Valencia, frente al FNAC, y allí, los dos, rodeados de transeuntes apresurados le hice los honores y me despedí mentalmente de forma adecuada acariciando sus mandos, y me alegré de verla reluciente y mimada, eso se nota, subí al coche y seguí mirándola por el retrovisor hasta que desapareció, era un momento hermoso para recordar, fue una buena despedida (si es que las hay)

Gracias desde aquí, a l@s magnífic@s compañeros que nos acompañaron  en aquellos años, Antonio Tacco y Antonio Jr., Celia, Fabri, Espartero, Machaca, el Negro, Blas, Llargo, Valentín, Tono, Tanke, Abel, Chato, Manolo-Rácer, Garrofa, Jóse Peñas y familia, Mary, Capilla, Manolo Sifre, Augusto, Marisa, Osarvi y Satu, Joaquín, Miguel, Elías, Juanito Fernández, Ricardo “Tintín”, mi sobrino Javi, Arturo y Eva … y  en fin, a l@s much@s que conocimos en el vasto mundo motero y que ocasionalmente compartieron aquellos momentos felices; y un recuerdo más especial a los que nos han dejado ya, y que, como lo hicieron junto a mi Virago, ruedan conmigo, y como ella lo harán siempre, Jose Luis “Cosabuena”, Juan Peñas, Alberto Tacco y Toño Cazorla. Y a mi Virago, que acabó sus días conmigo empujándome hasta el presente.

         La última noche que durmió en casa:

3 comentarios:

  1. Bueno estirao te agradezco tu comentario y mas en estos tiempos en los que vamos a toda hostia. Gracias por pararte en mis letras. Por cierto tengo una 535

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  2. Javi, bonita historia, de las que creo solo entiende la gente que tiene moto y vive la moto...

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  3. Gracias por leerme Zurdo, esa es precisamente la idea de este bloc (una de ellas), la de explicar como se siente el mundo de la moto.

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