martes, 29 de abril de 2014

Mi amigo Fernando

  Aquella mañana, Mario se despertó con el recuerdo de un sueño vivido intensamente, abrió los ojos y puso todo su empeño en retener las sensaciones e imágenes que aún le embargaban. Eran retazos sin conexión entre sí, como flashes en distintos escenarios en los cuales casi no importaba lo que acontecía, solo las sensaciones. Había cruzado paseando el prado de San Sebastián en dirección a los Jardines de Murillo, tomado un chocolate caliente en La Campana, degustado aquellas bandejas increíbles de calamares en el Miami, en Triana, curioseado entre los puestos del mercado de La Alameda, penitente de un rosario de cervezas en la Ruta del Estudiante, caracoles picantes en el Kiosko de la Puerta de la Carne o en el de la Plaza Alegre, pájaros en la Plaza de la Alfalfa, ... pasear junto a la Dársena viendo a los pescadores preparando sus cebos con miga de pan, escuchar los gritos de los camareros a la barra con el mandado, sentado en un cajón vacío de cervezas en un colmado de San Bernardo jugueteando con un botellín de la Cruz mientras el tendero prepara un bocadillo de queso viejo y jamón ... ; no era difícil retener todo aquello, más que un sueño eran recuerdos vividos con la intensidad que dan los sueños. Seguía en la cama, totalmente despierto y mirando fijamente el techo blanco impoluto, en todo aquel carrusel de imágenes y sensaciones siempre aparecía un sentimiento en su mente y un amigo a su lado, el sentimiento era de separación de la persona que más ha querido en su vida y era todo para él, su novia entonces y compañera hoy, y el amigo era Fernando. Quizá Fernando no había estado con él en todos aquellos lugares revividos, el inconsciente asocia de forma aparentemente caprichosa lugares y sentimientos que coexistieron, pero había sido el amigo que encuentras cuando más desorientado estás, el hombro en el que había llorado, el alma que se había abierto para acogerle sin reservas, el confidente de sus esperanzas y angustias, la paz, la moderación, ... y la poesía, un arte que empezó a sentir junto a él. De pronto, se irguió y exclamó en voz alta:
-¡Joder Mario! ¡más de veinte años y no sabes nada de Fernando! ¿pero qué clase de amigo eres?
Como si de una respuesta absurda se tratara oyó la radio de su vecina Lola:
-"En breve se iniciará la búsqueda de los restos de Cervantes en el Convento de la Trinitarias de Madrid, se trata de los restos de un hombre con artrosis, seis dientes y una mano atrofiada ... etc, etc ...
 Mientras se afeitaba, se juró encontrar al amigo perdido, y aquella tarde introdujo en el buscador del PC el nombre y los apellidos de Fernando, y una vez más el ciberespacio respondió de forma instantánea: un lugar de trabajo, un teléfono y una dirección de correo electrónico; se detuvo un momento, ¿era oportuno aquello después de tantos años?, quizá Fernando pensara: -"Ya está aquí el pesado de Mario con sus historias".  Pero había que correr el riesgo, y escribió unas pocas palabras junto a su dirección, y sus teléfonos:  "Sólo quiero saber de tí ... si quieres, claro". Era viernes, y dado que se trataba de un correo profesional, imaginó que no sería leído hasta el lunes con la vuelta al trabajo.
 Pasó el fin de semana, aquel lunes Mario hizo un corto viaje en moto para ver a su madre de 91 años y "echar la mañana" con ella, durante el viaje de vuelta el móbil vibró en su bolsillo, y cuando llegó al garaje y miró el mensaje recibido ... "La alegría me ha desbordado ... mi querido amigo ... como te van las cosas... Sí, Fernando estaba donde solía ... junto a él, como siempre. Las pocas prevenciones sobre su intento de anclaje con él, desaparecieron de golpe y sintió recobrar algo indefinible pero que muchas veces había sentido ausente. Sonrió y corrió a comentar el tema con su chica. El sendero volvía a abrirse, la conexión se había restablecido, una vez más el tiempo sería juez de lo que queda por vivir.




No importa la distancia ni el tiempo que hace que no estamos juntos, lo importante es que sigamos siendo partícipes de la evolución de nuestras vidas y de nosotros como personas, porque tanto bueno compartido no es justo que quede como como una anécdota en el tiempo, debe ser más, son firmes cimientos para un futuro compartido.



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